MANIZALES, EL LUGAR AL QUE SIEMPRE QUERRÉ VOLVER...

Desde el primer día que llegué a vivir a la ciudad de Orlando extrañé a mi ciudad natal: y no porque fuera menos; de hecho, nunca las comparo. Amo Orlando y aquí soy feliz, claro como mi Manizales ella tiene sus encantos; es una ciudad mágica y así la he sentido, incluso desde cuando volaba entre sus nubes, en mi primer contacto con ella; sin embargo todos sabemos que el lugar de origen pesa y Manizales es el lugar de donde soy, donde nací y tengo la mayoría de recuerdos felices, y aunque no siempre viví allí porque soy mitad "rola" (apodo con el que solemos llamar en Colombia a quienes son de Bogotá o que como yo nos hemos apropiado un poco de este acento), la llevo en mi corazón y con orgullo le digo a todo el que conozco, que soy de Manizales; no solo porque siento que me da identidad, sino porque en verdad es para mí la ciudad más hermosa que he conocido. Les hablo de sus montañas, sus faldas (calles inclinadas), la amabilidad de sus gentes. Les cuento también que tenemos el Nevado del Ruíz y que fue en este lugar donde toqué la nieve por primera vez, que fue en Manizales donde me enamoré del frío y cuando visitaba Santagueda (municipio de tierra caliente a 20 minutos de allí) de su calor.

Manizales aún conserva un encanto de vida rural, las distancias son relativamente cortas, se puede recorrer disfrutando de los espacios comunes, de los recursos que ofrece la ciudad, se puede ver gente en la calle disfrutando de los placeres sencillos de la vida, como tomarse un tinto (como le llamamos a una taza de café), comerse un helado o una oblea y respirar ese aire que lo embriaga a uno de felicidad, por el solo hecho de poder estar allí.

El mejor ejemplo que puedo darles de lo que representa mi ciudad, se los daré desde los ojos de una pareja de amigos dominicanos que viven en Orlando, a quienes les hablé tanto de Manizales, que se animaron a conocer Colombia, viajaron con nosotros y conocieron Quindio, Risaralda y Caldas, disfrutaron del proceso de nuestro café, admiraron las montañas, los parques cafeteros, las trovas, las balsas en el río La Vieja, montaron en jeep, y por supuesto quedaron enamorados de nuestros paisajes y su gente. Obviamente los llevé a conocer mi amada ciudad y cuando iban pasando por el Teatro Fundadores me dijeron: "pero esto no es un pueblo, Manizales es grande, que ciudad más bella", a lo que le respondí con una gran sonrisa llena de orgullo: "sí, es hermosa y lo que les falta por conocer". Y solo necesitaron un par de días en la ciudad para quedar cautivados e incluso querer comprarse una casa aquí (no es broma), visitaron las aguas termales, el Cable, Chipre, recorrieron sus calles, el ambiente de las ferias, comieron oblea, se compraron bota y sombrero, y al verlos disfrutar de mi ciudad, me di cuenta !que ahí está la magia y que ahora Manizales también era suya! Porque es una ciudad que en verdad te acoge como a uno más, no te sientes extraño y tal vez por eso es que nunca me quiero ir.

En sus propias palabras: "lo que más nos gustó de Manizales es que aunque es una ciudad grande, la gente es muy amable y conservan el actuar de gente de pueblo. Nos encantó la basílica, es una iglesia hermosa e imponente y el recorrido nos dejó sin palabras, nos gustó la modernidad y el trato de todas las personas hacia nosotros. Además que es una ciudad muy limpia y eso se nota hasta en las comunidades más humildes, la vida nocturna es variada, existe un lugar para cada tipo de persona, definitivamente ¡es muy fácil pasarla muy bien!".

Y es que probablemente me queden faltando muchas palabras para describirles mi ciudad, pero algo debe quedar para visitarla juntos en el futuro ¿verdad? simplemente les diré que sus calles tienen un encanto especial; me traen recuerdos de momentos, de personas y de épocas inolvidables; cuando las recorro me parece escuchar la risa de mis amigos, las conversaciones con mi mamá, revivo emociones pasadas en las reuniones familiares, los abrazos de mi abuelita, la mano pequeña de mi hermanito que jamás me soltaba y que ahora es mucho más grande que la mía, los tiempos de universidad... y se llena mi corazón de felicidad, de esa que me hace reír con los músculos de la nostalgia, con una mezcla de sentimientos que no se va… nunca se va.

Manizales es, en verdad, una "Fábrica de Atardeceres" tal como la bautizó el poeta Pablo Neruda después de visitarla. también es para mí, como todos allá la conocemos, "La ciudad de las puertas abiertas"; esa que me espera paciente y sin prisa, siendo sin duda el lugar al que siempre querré volver.