COSAS QUE NO SABEN DE MÍ...
- Sandra Munevar
- Apr 24, 2021
- 3 min read
Updated: Apr 24, 2021
Tener conversaciones profundas y superficiales es normal en mi familia; las ocurrencias y preguntas de nuestras hijas nos divierten, y sobre todo nos enseñan. Hace poco ellas me hicieron una especie de entrevista, querían saber algo de mi vida, cosas que iban más allá de lo que había estudiado o lo que me gustaba hacer cuando vivía en Colombia, querían que les contara cosas que muy poca gente sabía de mí, incluyéndolas a ellas; yo nunca antes había dedicado tiempo para pensar en eso, así que después de pensarlo un poco, recordé que ellas no sabían que yo no podía silbar, que mientras la mayoría de personas a mi alrededor lo sabían hacer, a mí no me salía absolutamente ningún sonido, también, que cuando camino y siento que me observan personas desconocidas, por lo general me pongo nerviosa y mis piernas comienzan a temblar un poco, les conté que solo hasta después de los 15 años pude conocer el mar, entre otras cosas que me fueron saliendo sin pensarlo. Así fue cómo surgió la idea de escribir sobre esto, porque me pareció un ejercicio interesante el pensar en esas cosas que quizá nadie sabe de mí, no sé si se habían hecho esta pregunta sobre ustedes antes, pero a mí me fue saliendo una lista larga de esas cosas, y si muy pocos saben esto que cuento, no ha sido por vergüenza, sino porque probablemente no me había parecido importante compartirlo hasta hoy, y me comprueba que sobre cualquier tema vale la pena escribir.
Les conté a mis hijas que un día, comenzando mi época universitaria (tendría yo 16 o 17 años), acompañé a mi mamá a hacer las compras en un supermercado, y que mientras estábamos allí escuchamos que harían un concurso, preguntaban por el altavoz quién quería participar, cuando llegamos al lugar, se trataba de la persona que comiera más bananos, mi mamá y yo nos miramos y reímos al ver tantos bananos, y contrario a lo que ella creía me animé a intentarlo, pero cuando llegó mi contrincante supe que no lo lograría, un hombre de contextura grande con casi 20 años más que yo, por gracioso que parezca, al verlo pensé que él tendría más espacio que yo para esos bananos, pero no renuncié y me quedé a intentarlo. El animador del concurso tomó el tiempo y teníamos un minuto, quien comiera más bananos en ese tiempo ganaría y para sorpresa de todos e incluso mía, gané, y lo hice con casi cinco bananos de diferencia, el premio sorpresa fue una canasta de productos de aseo, lo cual fue un poco desalentador, pero me dejó una historia para la posteridad de la cual estaba segura se iban a desprender muchas burlas, pero si hoy lo escribo es porque seguramente puedo vivir con eso.
También recuerdo que para conseguir dinero extra para pagar fotocopias y salidas con mis amigos de la universidad, trabajé en fiestas infantiles animando cumpleaños, algunas veces me tuve que disfrazar de Winnie Poo, Minnie Mouse y hasta de Barnie, como se podrán imaginar estar metida ahí adentro fue horrible, hacía muchísimo calor y no entraba mucho aire; ahora, cada vez que veo a un personaje de estos recuerdo esos días e imagino lo que puede estar sintiendo mientras mueven su mano fingiendo estar muy felices, aunque sospecho que no lo están tanto, pero me siento orgullosa de haber intentado muchas cosas en la vida que me han dejado grandes enseñanzas y excelentes recuerdos.
Otra cosa que muchos no saben es que uno de esos días en que iba caminando a la casa de una amiga que trabajaba conmigo en las fiestas de fines de semana, me comenzaron a seguir dos hombres, era un domingo muy temprano en la mañana, las calles estaban solas y me empecé a sentir muy nerviosa, aceleré el paso y ellos también, cruce dos veces la calle y las dos veces la cruzaron también, y cuando ya estaban muy cerca, de la nada apareció un perro (pastor alemán) y mentalmente le pedí a Dios que por favor ese perro me protegiera, de repente se comenzaron a acercar, uno llevaba un cuchillo en la mano y el perro comenzó a ladrarles mostrándole los dientes, ellos se asustaron y se fueron, ni siquiera me alcanzaron a decir nada, solo mostraron su cuchillo, yo estaba petrificada, no me podía ni mover, muy nerviosa le agradecí al perro y seguí mi camino, pero el perro me acompañó hasta la puerta de mi amiga que sorprendida me preguntó si tenía nueva mascota, él no se fue hasta que lo despedí y entré. Fue algo que me pasó, aunque parezca irreal.
Estamos hechos de tantas historias que creemos no importan tanto, pero que nos marcan. Se quedan para siempre en nuestras vidas, aunque muchos jamás se lleguen a enterar.
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