A MIS AMIGOS...

Uno de los temas recurrentes en mi vida ha sido la importancia de la amistad, tengo claro que mis amigos siempre estarán en un pedazo de mi alma, los llevo siempre conmigo en mis memorias porque me han acompañado de muchas maneras en diferentes momentos de mi existencia.

La presencia de mis amigos en mi vida se da desde mi niñez, recuerdo que solía ubicar a la amistad en una escala de importancia (cómo si eso fuera posible), lo hacía motivada más por los adultos cuando me preguntaban cuáles eran mis mejores amigos, y sin saber cómo hacerlo terminaba diciendo que Fulanito era el número uno y Fulanita la número dos. Con el paso de los años comprendí que no era posible, al menos no para mí, aprendí que simplemente existían diferentes tipos de amigos y que había amigos para todo.

Según me cuenta mi mamá, desde muy pequeña siempre tuve muchos amigos, me llevaba bien tanto con las niñas como con los niños, recuerdo bien que me encantaba jugar con motos, con carros, con muñecas, corría, saltaba, creo que a esa edad (4 o 5 años) no tenía preferencias en el juego, solo recuerdo que éramos niños jugando con otros niños, viendo el mundo con la misma mirada: la vida como un juego.

Mi primer acercamiento a un amigo fue con mi primo Felipe "Pipe", dos meses mayor que yo, él es la persona que siempre aparece en mi memoria cuando pienso en las historias de mi infancia. Pipe y yo nos conocimos desde recién nacidos, crecimos juntos y vivimos bajo el mismo techo hasta los 11 años, compartimos las mismas experiencias, éramos él y yo enfrentando el mundo que se asomaba ante nuestros ojos cada día, había magia entre los dos, el amor de lo incondicional, de quien se conoce desde siempre y el que fuéramos tan nosotros cuando estábamos juntos sin pretender ser algo más, hacía que fuera muy fácil llevarnos bien, con una conexión que siempre he sentido como mágica.

Los dos tan diferentes desde siempre, él aventurero, rebelde y explorador; yo un poco más precavida, estudiosa, y seguidora de las reglas, nos complementábamos muy bien, me empujaba y yo lo atajaba, aprendimos juntos a montar triciclo, bicicleta y patines, jugábamos al hospital, atrapábamos aves en el patio, y varias veces blanqueando sus ojos me decía que no era Pipe, que era otra persona y cuando ya me veía asustada y llorando me abrazaba y me decía: "mentiras, mentiras era una broma". Por él me animé a saltar desde un segundo piso, a dejar entrar a los perros callejeros a la casa para darles comida, a escaparme para montar bici, y muchas cosas más, estoy convencida que le debo gran parte del valor que he tenido en mi vida adulta, le debo el sentirme siempre acompañada en mi niñez y sin posibilidad de aburrirme, porque cada día era una aventura, siempre se le ocurría algo que inventar, y yo le seguía como Sancho a Quijote cada idea loca que se le ocurría.

A Pipe le agradezco su oído generoso que me escuchaba cuando hablaba sin parar (que era casi todo el tiempo), me di cuenta gracias a su presencia que nos sabemos solos, pero que siempre hay alguien con quien te acompañas para siempre, porque cuando una amistad proviene de la honestidad más pura, perdura en el tiempo y se mantiene intacta. Pipe fue mi primer amigo, el hermano que me regaló la vida y con el que hasta el día de hoy jamás he tenido una pelea, es una de las personas en quien pienso cuando estoy triste para que me de ese abrazo que siempre me ha curado todo.

Después de él o mejor aún, durante ese caminar junto a él, llegaron más amigos a mi vida... obviamente no podría nombrarlos a todos, porque seguramente pecaría dejando a alguno por fuera, y no porque sean menos importantes que otros, sino porque mi memoria muchas veces me ha jugado malas pasadas, pero en mi corazón habitan todos aquellos que han estado en cada momento importante de mi vida haciendo una diferencia. Tuve la fortuna de tener esos amigos (me refiero tanto a mujeres como a hombres) que me ayudaron a sobrellevar la vida y gracias a Dios aún lo siguen haciendo.

En mi adolescencia estuvo esa amiga cómplice que junto a mí no entendía nada de los cambios hormonales por los que atravesábamos, pero fuimos aprendiendo en el camino, fue mi par en muchas aventuras que comenzaban a mostrarnos con pequeñas pinceladas de qué se trataba esto de vivir. Apareció también el que cuando me cambié de colegio me adoptó y me salvó de la incertidumbre de no conocer a nadie, me acompañaba en los recesos del colegio, jugaba conmigo baloncesto, y en ese ir y venir terminamos como amigos inseparables; nos encantaba cualquier plan: ir al Planetario, comer helado e incluso sentarnos en el pasto a escuchar cuenteros en Salitre. Luego, cuando me mudé de ciudad tuve esa amiga que me enviaba cartas y me demostraba que la amistad es incondicional, me hacía sentir que no estaba olvidada y que a pesar de la distancia había formas de demostrar cuánto se extraña y cuánto importan las personas.

Tengo la fortuna de poder decir que jamás me han faltado amigos con quien contar, ellos han aparecido a lo largo de mi vida en muchos momentos, incluso los desafortunados, y han hecho que por su sola presencia hayan sido más llevaderos.

No han sido muchas personas con las que he logrado una conexión real, pero cuando nos hemos encontrado, ha ocurrido magia, logrando que hasta el día de hoy hagan parte de mi vida, lo cual convierte esto en un logro mucho más loable. Por eso siempre he creído que la amistad está destinada, aparece ante nuestros ojos como si fuera casual y poco intencionada, pero se va dando con tal naturalidad que no nos damos cuenta en qué momento se comienzan a entretejer dos vidas, conectándose de tal forma que su presencia comienza a volver mejor nuestra vida.

Mis amigos han aparecido en todos los escenarios posibles, en los más obvios y en los más inesperados, y la mayoría de ellos siguen presentes en mi vida, aunque no hablemos siempre y no sepa muchos de sus detalles diarios, los atesoro como un regalo, porque parte de la magia está en que ambos sabemos que cuando volvemos a conectarnos, siempre sucede lo mismo, nos damos cuenta de que el tiempo nunca ha pasado y que no existe distancia capaz de alejarnos.

Este escrito nació cuando caí en la cuenta de que Pipe había sido mi primer amigo y tuve el impulso de escribir sobre eso, pero en el camino se convirtió también en un homenaje a esos amigos que se vuelven familia, y que han estado allí en momentos importantes, aunque cada uno de diferente manera. Han estado los que me acompañaron mientras pasaba por una tusa (mal de amores), y siguieron ahí cuando me enamoraba de nuevo, otros con los que he caminado tantas veces por las calles de la Santander en Manizales y ahora por las de Orlando, yo sigo siendo con ellos la misma que habla sin parar pero que también le encanta escuchar.

Están aquellos con los que he disfrutado entre risas y nostalgias de muchos cafés y también en otros momentos de algunos tequilas y un par de aguardientes, esos con los que cualquier plan es un buen plan, los que se preocupan por ti, los que te hacen reír y los que lloran contigo, están los que llevan tu sangre y que con el tiempo y la madurez se volvieron mi amigos y confidentes, todos tan diferentes y extraordinarios, cómplices, compinches, sensatos, leales, ingratos (como yo muchas veces), rumberos, calmados, divertidos, motivadores, consejeros y los que buscan consejos en mí, en fin, a todos ellos... ¡gracias por estar ahí!, me han salvado muchas veces sin saberlo, porque eso hacen los amigos, salvarnos y sanarnos siempre.