ME ENAMORÉ
- Sandra Munevar
- Feb 26, 2021
- 4 min read
Julián y yo nos conocimos cuando teníamos 15 años; de hecho, fuimos conscientes de que nos conocimos a esa edad, porque muchos años atrás ya la vida nos había reunido (somos primos en segundo grado). Ya imagino lo que muchos pueden estar pensando, que entre primo y primo más me arrimo, etc. y puede ser; pero en este caso no fue así, ya que vivíamos en ciudades diferentes y nuestras familias muy pocas veces se frecuentaban.
Una finca en el Valle del Cauca (Un departamento de Colombia) sirvió como punto de encuentro para el inicio de esta historia, y una reunión familiar que se realiza anualmente (aún hoy) sirvió como excusa para que la vida nos hiciera coincidir. Fue allí donde hicimos ese click que no tengo idea en qué momento ocurre, pero cuando pasa no es mucho lo que puedas hacer; primero fue una conexión increíble como amigos, comenzó con la cita imperdible de nuestras familias en aquella finca, Juli y yo nos sentábamos en un columpio doble de madera a hablar por horas y horas, y fue allí donde se comenzaron a tejer nuestras historias, nuestra manera de ver la vida y nuestro sentido del humor, nos volvimos inseparables, tanto que los comentarios y rumores sobre nuestra cercanía no se hicieron esperar dentro de la familia (abuelas, tías y primos), y lo más irónico del caso es que ninguno era cierto, nunca había pasado nada, en realidad sí éramos solo eso, amigos.
Luego de dos años de una intensa amistad, cuando ambos ya teníamos 17, nos volvimos a reunir en el Valle para el encuentro familiar, y las bromas que nos hacían por nuestra evidente cercanía seguían; creo que eso influyó para que llegara aquel momento, ese en que comienzas a mirar con otros ojos a alguien, no sé si tiene o no explicación, o es una suma de diferentes factores, si le disparan a uno con una flecha, o simplemente (y es en lo que creo) era el plan de Dios manifestándose en ese preciso momento, lo cual recuerdo como si fuera ayer y además en cámara lenta: los dos en la finca, sentados hablando de todo y de nada, acompañados del sonar de los grillos en una noche mágica del Valle. Como siempre él haciéndome reír y yo pensando: ”¿qué es lo que me está pasando?, ¡no puede ser!”, como si un aroma nos hubiera embriagado y nos hiciera mirarnos diferente, fue cuando comenzó a moverme algo más fuerte que yo y esa misma fuerza se apoderaba de la situación inevitablemente, ya no podía disimular lo que estaba comenzando a sentir, porque se me notaba demasiado. Desde ese momento fue imposible alejarme de él, yo no sabía lo que me pasaba, pero siempre tenía que ubicarlo con la mirada y trataba de estar cerca, afortunadamente a él le pasaba lo mismo y la atracción era mutua. Recuerdo que una de esas noches nos acostamos dentro de un sleeping en el pasto a ver el cielo, aún llevo conmigo la imagen intacta del firmamento completamente despejado y repleto de estrellas, muchas de ellas fugaces, creo sin duda que hubo magia en ese momento, yo no sabía bien lo que estaba pasando pero me gustaba cómo se sentía estar así.
La noche siguiente se nos ocurrió la idea de entrar a la carpa a contar historias de miedo con los primos más pequeños, usamos linternas e hicimos sonidos para ambientar, nos excusamos en el miedo para hacernos muy cerca, tan cerca que nuestros rostros se juntaron lo suficiente para que llegara el beso, ese que parecía haber estado esperando por nosotros hace rato; pero al parecer nos habíamos tardado demasiado, como estaba tan oscuro y fue un beso corto, nadie nunca lo supo, sé que en esta parte Juli sonreirá y dirá que tiene otra versión de lo que sucedió esa noche, pero como ésta es mi historia, yo la narro tal y como la recuerdo.
Ese beso fue especial de muchas maneras, tuvo una mezcla de complicidad y secreto, porque sabíamos muy bien que después de ese día nada volvería a ser igual. Fue para mí el momento mágico en que se cruzaron dos historias, cambiando la vida de ambos para siempre. Él dice que desde antes ya se había fijado en mí, y a mi parecer disimulaba muy bien, porque jamás lo noté. Después de ese día, ya cada uno debía volver a su ciudad, a su vida y seguir en sus asuntos, tal vez este sería un amor de verano, pero antes de despedirnos tuvimos una conversación que ahora agradezco, porque marcó el inicio de una historia que me hace sonreír cada vez que la recuerdo.
Julián, con el marcado acento caleño que solía tener me preguntó: “¿Entonces vos y yo qué?” mi respuesta fue decirle que él vivía en Cali, y yo en Manizales y como siempre con su sentido del humor, me respondió: “¿De verdad? ¡No me había dado cuenta!”, nos reímos y casi puedo asegurar que ahí comenzó todo. Luego vinieron muchas llamadas, e-mails y encuentros a escondidas; nos hicimos novios de esos que se regalan tarjetas, se llaman y dejan mensajes, ¡nos enamoramos! y la historia de lo que pasó después es muy larga, tanto como lo que produce en mi hoy 20 años después, se las quedo debiendo, pero puedo decir con certeza que esa fue la primera vez que me enamoré.
Wow! Que felicidad que tengas la iniciativa de hacer algo así aunque lo llevas en la sangre eres periodista además . emocionada a ver qué será lo próximo que voy a leer.